Adicciones y su tratamiento
Podemos definir el concepto de adicción como una necesidad o dependencia patológica de algo, ya sea una sustancia, una actividad o incluso una relación, que lleva a la búsqueda inminente de su satisfacción, a pesar de conocer los efectos perjudiciales de la misma.
Las adicciones, en la mayoría de los casos, comienzan respondiendo a necesidades “urgentes”, y se basan en principios básicos, como la obtención de placer y la reducción del malestar, siendo esta la manera más sencilla, más rápida o más eficaz que encuentran muchas personas para gestionar sus emociones en el corto plazo. Teniendo en cuenta esto, resulta sumamente complicado que cualquier persona deje a un lado su adicción y se comprometa a eliminar este factor de su vida, si antes no ha desarrollado una herramienta complementaria, funcional y saludable para hacer frente a su malestar.
Os pongo un ejemplo: imaginemos que un día os invaden el cuerpo de miles de hormigas, correteando por él y picándoos por todas partes. En ese momento, sentiríais el impulso irrefrenable de rascaros, ¿verdad? Sería una necesidad para vosotros. Pues imaginaos ahora que os atan las manos mientras las hormigas siguen correteando por vuestro cuerpo. ¿Cómo os sentiríais?
Así es como se siente una persona adicta cuando intenta dejar su adicción sin haber adquirido alguna herramienta alternativa para los momentos en los que “necesita rascarse”. Hasta este momento, solo tenía las manos para aliviar su picor, y ahora están atadas. Así que, además de la incomodidad de las hormigas en su cuerpo, sentirá mucha ansiedad, o quizás enfado, descontrol o desesperanza. Con todo esto, es bastante probable que, cuando vuelva a tener “las manos desatadas”, empiece a rascarse sin parar, de una manera compulsiva.
Lo que pretendo explicar con esta metáfora es que las adicciones responden, en muchos de los casos, a alguna necesidad interna que la persona adicta está buscando cubrir. Por eso, los profesionales implicados en su recuperación, no podemos simplemente limitarnos a intentar quitarle la única herramienta que tiene, por más perjudicial y dañina que sea para su salud. Hemos de darle, además, alguna otra alternativa para gestionar su malestar o para aprender a convivir con él. Que pueda atender, entender y aceptar su necesidad.
Por poner un ejemplo más clínico (y, además, real), os contaré el caso de una persona adicta a la comida, que come compulsivamente por ansiedad y por estrés, pero no conoce ninguna otra manera de hacer frente y de relacionarse con estas emociones. Si se le pide o se le exige que renuncie a la única manera que tiene de gestionarlas, se le está dejando completamente desprotegida, y probablemente, más estresada y ansiosa, lo que le llevará con seguridad a repetir la conducta compulsiva de comer.
Por eso considero que es tan importante entender el origen y las causas de cada adicción, a qué necesidad básica responde, qué vacío se está tratando de cubrir, y qué otras herramientas podría desarrollar la persona para enfrentarse a sus dificultades. No se trata de personas enfermas, ni de personas débiles o sin fuerza de voluntad. Nada de eso es cierto ni lo será por más veces que lo escuchemos.
Las personas adictas están librando una batalla en su interior. Y, posiblemente, su adicción es el único escudo que tenían a mano para defenderse. El único al que tenían acceso o al que han podido aferrarse.
Es muy difícil pedirles que continúen la batalla sin armas y sin un nuevo escudo.
…¿Hablamos?